Jose María Boquera Oliver fue profesor de Derecho Administrativo en la facultad de Valladolid hace un montón de años. Al parecer, era conocido por su dureza en los exámenes, siempre orales, exigiendo que los alumnos repitieran las frases tal cual las había dicho en clase o en su manual. Una vez, uno de ellos, harto de que le corrigiera nimiedades que nada tenían que ver con la materia, dijo entre dientes:
- Pero Hombre...
- ¡¡Yo no soy un Hombre!! ¡¡No soy un Hombre!! ¡Aquí y ahora soy un profesor de la facultad de Derecho, soy un órgano que representa a la Administración pública y ante el cual usted está realizando un examen oficial! ¡¡No soy un Hombre!!
Al margen de lo correcto que me parezca que un profesor haga recitar la materia al pie de la letra, no puedo estar más de acuerdo con la respuesta del señor Boquera Oliver.
La Administración pública siempre tratan con el ciudadano a través de personas físicas. Lógicamente, cuando vamos al Ayuntamiento a pedir tal o cual papelajo no es el propio Ayuntamiento el que nos contesta, sino un funcionario a su servicio, un Hombre. Sin embargo, durante las horas de trabajo y en ese ámbito, ese funcionario no debe comportarse como tal. Debe olvidar sus motivaciones, sus principios y sus creencias. Porque no es un Hombre. Es la Administración pública. Es el Estado. Debe, más que la gente normal, someterse única y exclusivamente al Derecho. ¿A alguien le parecería bien que ese funcionario no nos atendiera porque no le gusta nuestro color de pelo? ¿O que nos dijera que para que nos atienda tenemos que haber cumplido 40 años? No, sería un escándalo. Porque estaría inventándose normas y disposiciones que, justas o no, no se preveen en la Ley y, por lo tanto, no puede inventarse.
¿Y por qué entonces no es un escándalo que la responsable de una Biblioteca Municipal no permita tener una botella de agua encima de la mesa de estudio? Si le preguntáramos, nos contestaría "Porque puede caerse y estropear libros o apuntes de los demás". Sin embargo, sería el Hombre quien nos habría contestado. Y la bibliotecaria, recordemos, no es un Hombre. La Administración, que es a quien dejo el carnet al entrar y quien me permite o no utilizar un ordenador, debe someterse al Derecho, y a nada más. Existe alguna Ley, o norma administrativa que prohíba las botellas de agua en la mesa? Si la hay, muéstrela al público, coloque un cartel avisando de la prohibición y citando el Artículo de tal norma, al igual que lo hay en las escaleras de la Biblioteca prohibiendo sentarse en ellas. Si no la hay, la bibliotecaria no tiene derecho a crear Derecho.
¿Por qué no es un escándalo que un policía nos sermonee? Como cuerpo de seguridad del Estado, la Policía tiene perfectamente regulada la forma de castigo de las infracciones: La multa. Si el Policía nos echa la bronca, está inventándose una forma de castigarnos que la Ley no prevee, exactamente igual que si decidiera que va a azotarnos o a mandarnos a galeras. El Hombre nos regaña. La Administración Pública debería limitarse a poner la multa o no ponerla. Y el Policía, de nuevo, no es un Hombre.
Es una mala costumbre acostumbrarnos a que el Estado pueda saltarse sus propias normas. Muy mala costumbre.
Pero claro, Jose María Boquera Oliver era catedrático.
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3 comentarios:
¿Seguro?
Estoy 90% de acuerdo. De hecho, como transocialista, estoy a favor de que una máquina y no un hombre sea el que se haga cargo de la administración pública y todas sus funciones, pero ¿no es mejor muchas veces que viendo el policía que si nos sermonea no lo repetiremos, nos sermonee y evite que la próxima vez nos pongamos a 140? ¿No es mejor muchas veces ese toque humano que puede salvar vidas?
Antes había un cartel que decia que no se podía entrar en la biblioteca con bebidas...
Pero la gotzilla te permitia el paso del agua porque estaba cerrada...
Fijate lo mucho que tengo que hacer en Cork que me lo he leido entero. Estoy de acuerdo en todo, lo que no quita que el catedratico me parezca un bastardo de los grandes (recitar un texto no enriquece, comprenderlo si) y que me parezca una muestra de respeto hacia los demas no poner el agua en la mesa. Eso si, tendria que ser cosa del estudiante y no de la bibliotecaria.
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