Volvía a casa. Como copo de nieve que cae hacia arriba, sólo yo me quedé mirándote. En medio de la calle, despacio, sacaste la strat y la enchufaste a tu diminuto amplificador. Una pasadita de balleta, gorra bien colocada en el suelo y ya está. Te había visto otras veces, tocando música tradicional rusa, o algo parecido. Te sentaste, respiraste profundamente y encontes se cruzaron las miradas.
Yo te sonaba. Yo a tí te conocía de sobra.
Quizá lo hiciste para demostrarme que tocabas de verdad y no era algo grabado. Quizá querías valorar mi reacción para ponerme a prueba (Al fin y al cabo, a mí me faltarían diecisiete años y once meses para nacer cuando la escuchaste por primera vez). Quizá, igual que yo, te acababas de dar cuenta canturreándolas en tu cabeza de que son capicúa y tus dedos necesitaban comprobarlo.
Pero yo creo que si tocaste ese riff y no otro es porque me lo leíste en los ojos. Y sabías exactamente cuál iba a ser mi reacción.
Gracias. Gracias por sentir por una vez que mi dinero ha sido realmente útil.
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3 comentarios:
¿De verdad?
A mi me pasa con el señor del acordeón que se pone en la esquina del museo de escultura...
Son más majos que las pesetas!
No puedo oir la cancion. Cual era?
Yo nunca me habia tomado en serio a ese tipo (supongo que el que toca al lado de tu casa) y desde que escucho a los musicos callejeros de Cork los que tocan en las calles vallisoletanas me parecn mas y mas mediocres. El maestro que aqui toca Sultans of Swing con una mandolina (solo PERFECTO incluido) o el vistuoso del acordeon que dava vida a piezas de Bach les dan mil vueltas.
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