3/11/08

Creo que de esto ya he hablado

Pero la mejor pieza de la Historia se merecería que la pusiera un día tras otro.



Escucho mi infancia. Es mi primer recuerdo de Modulando, de Ernesto, quizá el mejor profesor que haya tenido nunca. Me acuerdo de cuando fuimos a escucharla a la Sala de Audiciones ("La clase es demasiado pequeña como para que suene bien"), él y nosotros cinco, de pie, ojos cerrados y silencio, excepto el suave "Escuchad... Escuchad cómo baja el río..." en el 2:15.

Según Ernesto, la obra trata de dos enamorados, Tannhauser y Elizabeth, hijos de reyes rivales. Una noche, se fugan y se casan en secreto. El padre de Elizabeth cree que Tannhauser la ha secuestrado y marcha a la guerra. Cuando marido y mujer vuelven de viaje, se encuentran con una batalla campal. Elizabeth es alcanzada accidentalmente por un disparo de mosquete, y muere. Al final de la ópera, todos los soldados juntos, Tannhauser y los reyes lloran a la difunta y al amor perdido.

Ernesto nunca nos dijo que era falso. Que en realidad Tannhauser es la historia de un joven que debe elegir entre el amor religioso y el amor carnal y su fallida redención en vida. No nos habló del concurso de canto, ni del Venusberg, ni del báculo que no puede florecer.

Elizabeth y Tannhauser, Apolo y Dionisio. Wagner era de los pocos amigos de Nietzsche.

Estos sonidos no me tocan por dentro. Me tocan desde dentro. Como Proust, yo también me siento música a veces.

Me siento esta obertura.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Wagner y Nietzsche fueron colegas hasta que se cabrearon XD
Creo que Nietzsche no soportaba lo que llamaba el esprit de pesanteur (perdón por la pedantería extrema de ponerlo en francés, pero no se me ocurre traducción exacta) que caracerizaba lo alemán, y del cual Wagner era un claro exponente.

Por otro lado, a mí me encanta lo pesado; pero eso ya lo sabes bien :P

Dama Blanca dijo...

Me encanta que seas capaz de *sentirte* algo... :)

Max Verdié dijo...

En estos tiempos estúpidos en que ya nadie lleva espada por la calle y sin embargo no paran de llover puñales (de palabra, obra y omisión), el hombre común piensa que sensibilidad es igual a debilidad, cuando es exactamente lo contrario.

Sin embargo, el Hombre Extraordinario siente, y de ahí nace la fortaleza.

Su amigo (algo menos extraordinario) se siente honrado de llamarlo con la segunda palabra de este párrafo.