Disfrutando del silencio, Julián caminaba despacio, solo. Al poco, dejó de andar para no escuchar el rozar de sus pies con la hierba. Se sentó a la sombra, pues no quería oír el crepitar del sol. Estrujó a la mosca que se le posó en la rodilla, colgó su chaqueta del árbol para no soportar el sonido del viento mesando su pelo, y se desató los cordones, sordo ante su tensión.
Julián se colgó de un árbol par evitar incluso sus pensamientos. Sus pies, inertes y balanceándose de un lado a otro, no sonaban.
Julián sonrió por última vez. Disfrutando del silencio.
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2 comentarios:
¡Qué suerte! A el no le pitaban los oídos.
A él. Maldito teclado.
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