Corre, sabiendo que es inútil. Cruza veloz los callejones de la ciudad, sin esperanza ninguna. Está demasiado concentrada en huir como para mirar atrás. Piensa, en todo caso, que no serviría de nada. Porque la sombra cae desde arriba. Sus cuchillas se clavan, implacables, en sus raíces. Es profesional. Podría no doler. Pero duele. La sangre fluye, como un río de vida fútil. Todo es muy limpio. Cuando su cara toca el suelo, frío, sonríe.
Porque ya no tiene que correr.
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